domingo, 31 de enero de 2010

Citta

Un Intro.
(o la visión del académico)

La ciudad capitalina puede tomarse como la visión de un enmarañado de calles, estaciones y locales que, a través de su imaginario común, entreteje sus historias en un gran hilo narrativo, un entramado de calles, estaciones de una arquitectura densa, reflejo de amores y de pasos por la vida de cientos de personas. Un chismografo perpetuo si se quier. Es de esta manera, entonces que caracas se transforma de algún modo en una especie de entramado que es capaz de albergar un referente cultural e imaginario, que va tomando vida en sus calles transfiriéndoles de esta manera, una suerte de identidad propia, de la que en un punto, le resulta imposible desvincularse. El referente hace la historia, y la vuelve parte de si, ese referente es la ciudad. La ciudad seria entonces la historia. Esta imagen de la ciudad, así como su incipiente modernización, hace que se vea reflejada en dos aspectos que son el arquitectónico y el literario. En la primera de ellas, el impacto se evidencia de manera mas obvia, como un “re diseño” del espacio urbano, que, en ocasiones corresponde al de esa psique ciudadana.
La arquitectura, ha estado vinculada, irremisiblemente, a la misma noción de espacio urbanístico representa un imaginario que esta vinculado a la historia de su ciudad, en cuanto al concepto de espacio en el que es capaz de desarrollarse una historia. Podríamos decir, entonces, que tanto el concepto de la visión del personaje, y mas aun, el concepto de la visión del narrador, en si mismo es la idea de una visión que se desarrolla, no solo con sus experiencias sino también con la compenetración que, en si mismo, pueda tener el personaje o el narrador de la urbe, como medio de desarrollo, de encuentro, y por que no, como medio de vinculación literaria, de aquello que por formar parte de una historia, por ser parte de un escenario o mejor dicho, un imaginario urbano, nos acompaña y se muestra ante nosotros como un calidoscopio, un reflejo de nuestra vida, en nuestra literatura. La imagen de la ciudad, en si misma, es la de un animal escurridizo, que nos muestra un idea abstracta, que, a su vez no es mas que un reflejo de nuestro paso por la urbe. Algo que nos dice, ven acá y mira: esto eres tú.

Quizás, debido a tales argumentos, no resulta muy descabellado pensar, que el simple hecho de pertenecer a una urbe determinada en un momento histórico especifico, es una de las principales razones que han influido en la literatura a lo largo de la historia, y que, a su vez, ha motivado la creación de muchos otros géneros literarios, como el ensayo y la crónica. Un ejemplo de esto es la novela Nocturama de la escritora Ana Teresa Torres. La historia de un enigmático hombre llamado Ulises Zero que deambula en las calles, pugnando por buscar una identidad que no recuerda, en su paso por una ciudad que cubierta por una suerte de “neblina” en su pasado, se le dibuja de manera confusa. Los referentes principales, un bulevar, una “misteriosa librería” donde concidia la elite literaria, de un tiempo ya remoto (librería suma quizás) entre ese pasado que esta a medio camino entre lo remoto y el recuerdo, para hacerse de una vez por todas, y hacia el final, algo completamente irrecuperable. La urbe, se transforma entonces para Ulises en eso que es su única compañera, su única amiga, como diría alguna vez una canción de los Red Hot Chili Peppers. Ese proceso de reconocernos y admitirnos como ciudadanos, como parte de una historia se funde en si misma en la novela por medio de una paradoja, Ulises, cual en una moderna odisea, no existe, es por tanto despojado de esa “historia en común” que terminamos por tener todos los habitantes de la ciudad.
La imagen de la ciudad se nos hace entonces presente como imagen, escenario, pero también, como personaje, como arquetipo, como eso que siempre ha estado ahí recordándonos su presencia, un animal que se ectoplasmiza y nos acecha, en aquello que como dijo el Maestro Lavoe una vez, son “selvas de cemento” agazapada, y mostrándose siempre en lugares recónditos e ínfimos, mostrando su esencia y dejándose ver, no solo como entidad viviente, arquitectónicamente hablando, sino también como espacio multitudinario, donde se desarrollan gran cantidad de sucesos e imágenes, como si la urbe, en si misma, se mostrase como un habitante mas, entre todas las personas que en ella habitan, que van haciendo de ella un imaginario local.
La ciudad siempre ha estado ahí.